monólogo de lluvia
se corrió dos pasos hacia la izquierda,
como cada vez que llovía
-o derramaba una pecera gigante
o un lago guardado en un volcán-
y vio, que
abajo
la gente permanecía inerte
arqueados, como girasoles y giralunas
y
prefirió demorar la resolución acuática
dos o tres minutos
abajo
el tumulto vociferaba, rugía
se secaban las gargantas de silencios
los ojos tuti miradores y las manos sin
rasgos de futuro, sin tarotistas en forma
de arcoiris, arcopupilas y arcocejas
abajo
siempre está la nariz en pendiente
y más allá los labios del mundo
por donde esos ojos, ojos de giraestrella
hacen y deshacen la memoria
el barro, el fuego y el tronco donde se sentaba
él, ella por un instante deja pasar las palabras
y se peina, se despeina, se queda. como un gnomo verde
redondo doble aguileño morocho corto vos.
yo soy un balcón a punto de tirar los baldes,
y comenzó
por dejar caer cuatro párrafos de agua sin bendecir
los hidrófobos de siempre se escondieron
dentro de un caracol con aislante
parecían trescientas una forma de llover
y cada una diferente a su predecesora
a la izquierda del chaparrón nadie
cuestiona la humedad
se empapan hasta las cabelleras más diminutas
cortadas por las manos de
ella
esas que él prefiere, agradece, le notifica
son sus formas de hacerle saber
cómo prefiere la lluvia
en cualquiera de las cuatro esquinas que ella lo espere.
cuando
de la lluvia prefiera
él,
ir dos pasos para el otro lado
para mirar todo al derecho y al revés.
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